La medida aumentó un 33% la asistencia de hinchas a su estadio
PARIS.– Ni el París FC ni el Saint-Étienne tendrán muchos motivos para recordar el partido con cariño. En realidad, había muy poco que recordar: ningún gol, pocos disparos, poca emoción... un empate monótono y lluvioso entre el tercer equipo de fútbol más laureado de la capital francesa y el gigante más dormido del país. Eso fue en la cancha. Fuera de ella, los cerca de 17.000 hinchas que asistieron pueden considerarse partícipes de un ejercicio filosófico que podría contribuir a dar forma al futuro del deporte más popular del mundo.
En noviembre, el París FC se convirtió en el escenario de una insólita revolución al anunciar que suprimía el precio de las entradas para el resto de la temporada. Había un par de excepciones: una tarifa nominal para los aficionados que apoyaran al equipo visitante, y precios de mercado para los que utilizaran las suites de hospitalidad. Todos los demás, sin embargo, podían acudir gratuitamente al Stade Charléty, el estadio compacto que el Paris FC alquila al gobierno de la ciudad.
De este modo, el club puso en marcha lo que viene a ser un experimento en el que se examinan algunas de las cuestiones más profundas que afectan al deporte en la era digital: la relación entre costo y valor; la conexión entre los aficionados y sus equipos locales; y, lo que es más importante, qué significa asistir a un acontecimiento en una época en la que el deporte no es más que otra rama de la industria del entretenimiento.
En el Paris FC, el pensamiento era más pragmático que altisonante. El fútbol parisino está dominado por el París Saint-Germain, eterno campeón de Francia. El Paris FC, por su parte, es un equipo de segunda división que juega en una casa alquilada y cuya historia no tiene nada que envidiar a la del Red Star, tradicionalmente el segundo equipo de la ciudad.
Al abrir sus puertas, el club creyó que podría aumentar la asistencia, atraer a las familias y fomentar la fidelidad a largo plazo. Pero aquello era tan importante como decirle a la gente que el club estaba ahí para ellos. “Era una especie de estrategia de marketing”, explica Fabrice Herrault, director general del club. “Tenemos que ser diferentes para destacarnos en el Gran París”, señala. “Era una buena oportunidad para hablar del París FC”.
Meses después, la mayoría de los indicadores sugieren que la táctica ha funcionado. El número de espectadores ha aumentado más de un tercio. Los partidos celebrados en horarios atractivos para los niños en edad escolar han sido los más concurridos, lo que indica que el club está logrando atraer a un grupo demográfico más joven.
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— Paris FC (@ParisFC) March 4, 2024
Las entradas del París FC nunca fueron excesivamente caras: Aymeric Pinto, un aficionado que lleva una década acudiendo a los partidos, afirma que los asistentes pagaban el equivalente a unos 6 dólares, pero la supresión incluso de esa barrera superficial ha supuesto una diferencia notable. El partido contra el Saint-Étienne atrajo a unos 17.000 espectadores (en su mayoría) que no pagaban. Esa cifra supuso el punto álgido del experimento, pero también resulta un poco engañosa: en los años 70, el Saint-Étienne era el equipo más importante de Francia y contaba con una afición considerable.
En el interior del estadio, el número de camisetas verdes del Saint-Etienne resaltó incluso en las zonas reservadas a los aficionados locales, por lo que era obvio que muchos habían venido a apoyar a los visitantes. “Mira a tu alrededor”, dijo Thomas Ferrier, con su camiseta del Saint-Étienne apenas visible bajo su campera. “Todo el lugar es verde”.
Aun así, para el París FC, la tónica general ha sido alentadora. La estrategia de las entradas gratuitas costará al club alrededor de un millón de dólares –una combinación de pérdida de ingresos y gastos adicionales en seguridad y personal–, pero la opinión de la empresa y de los aficionados es que ha valido la pena. “Es algo bueno para el club”, afirma Pinto. “Es difícil atraer al público a París”.
Los resultados positivos coinciden con la experiencia del Fortuna Düsseldorf, club alemán de segunda división pionero en el sistema de entradas gratuitas. El año pasado, el Fortuna anunció que permitiría a los aficionados entrar gratis en un puñado de partidos, el inicio de un programa piloto de cinco años –financiado con acuerdos de patrocinio– que podría llevar a la supresión total del pago de entradas.
El Fortuna ha organizado dos de los tres partidos gratuitos previstos en la fase piloto. Para el primero, el club dijo que recibió tantas solicitudes que podría haber llenado dos veces su estadio de 52.000 localidades. Para el segundo, podría haberlo hecho tres veces. Pero más significativo es el impacto fuera de esos partidos.
“Nuestra asistencia media ha pasado de 27.000 a 33.000 espectadores”, afirma Alexander Jobst, director general del club. “Nuestras ventas de merchandising han aumentado un 50%. Nuestros ingresos por patrocinio han subido un 50%. Hemos alcanzado una cifra récord de socios del club”.
Correlación, por supuesto, no es causalidad. “Es difícil vincularlo con absoluta certeza a los partidos gratuitos”, dijo Jobst, pero no hay otra explicación especialmente convincente. El Fortuna oscila tradicionalmente entre la primera y la segunda división alemanas, y mantiene la esperanza de ascender esta temporada. Sin embargo, está atrayendo a más aficionados que cuando ganó la segunda división con facilidad en 2018.
La razón del Fortuna era más ideológica que la del Paris FC. Como todos los equipos de fútbol alemanes, el Fortuna es propiedad de sus socios y el club vio que permitir la entrada gratuita a los aficionados era una forma de profundizar en su conexión con su ciudad y asegurarse de que a nadie se le quitaba el precio de asistir a un partido.
El ambiente en un partido de Fortuna Dusseldorf
Pero eso no significa que no hubiera también un quid pro quo (cosa que sustituye a algo equivalente o que se recibe como compensación por ello) en juego. El Fortuna también alquila su estadio municipal. La esperanza del club era que, embarcándose en lo que consideraba un “concepto social”, podría persuadir al gobierno local para que invirtiera algo de dinero en renovar las instalaciones. Aunque ambas iniciativas tienen sus raíces en la fría economía, y aunque ambos clubes afirman que los proyectos no deben interpretarse como modelos para el futuro del deporte en general, ambos han servido como placas de Petri para cuestiones más profundas.
La más obvia es hasta qué punto el costo de un artículo afecta a su valor intrínseco. En el contexto del deporte, esto siempre se ha reducido a la suposición de que es más probable que los aficionados acudan a un acontecimiento si han pagado por ir, y más probable aún si han pagado una cantidad significativa. Las entradas que no cuestan nada, por el contrario, son intrínsecamente desechables.
El Fortuna Düsseldorf no se ha encontrado con ese problema. “Hemos tenido menos ausencias con los partidos gratuitos que con los normales”, afirma Jobst. El panorama en París es más complejo. “Entre los aficionados se habla mucho del efecto entrada gratis’”, afirma Rayan Benabderrahmane, un aficionado relativamente nuevo del Paris FC que se retractó de su fidelidad al Paris Saint-Germain hace un par de años. “La gente llega tarde, se va pronto o a veces no viene”, señala. “Mucha gente piensa que no es realmente su club, y no han pagado, así que si hace mal tiempo, no importa”.
La cuestión más importante puede ser cómo se debe clasificar a los hinchas que ven un partido dentro de un estadio. ¿Son observadores de un espectáculo y, por tanto, están obligados a pagar por ese privilegio? ¿O ha llegado el momento de cambiar esa categorización? ¿Son los hinchas, los que miran en el estadio, en realidad parte de la producción?
El fútbol, como todos los deportes, es ahora en gran medida un negocio televisivo. Los equipos se financian con el dinero de las transmisiones. Los horarios de inicio se adaptan a los telespectadores. Las decisiones de los árbitros son revisadas por oficiales en un estudio remoto. Y si el fútbol es ahora contenido, parte de ese contenido –el coro, la textura, la banda sonora, el espectáculo– lo aportan los hinchas.
“Desde la pandemia, cada vez hay más conciencia del papel de los espectadores en la ‘producción’ de los acontecimientos deportivos”, afirma Luc Arrondel, profesor de la Escuela de Economía de París. Señaló que existe un amplio consenso en la literatura académica de que la ventaja de jugar en casa es real, y que el factor más destacado de su existencia es el efecto de una multitud partidista.
Pero la metamorfosis del fútbol en un acontecimiento televisivo otorga también a los aficionados un papel económico, dijo Arrondel. “La presencia de aficionados en el estadio aumenta el atractivo del producto televisivo y, por tanto, posiblemente, el valor de los derechos de televisión”, señaló.
Se podría argumentar, por tanto, que los clubes deberían ir incluso más allá de lo que han hecho el Paris FC y el Fortuna Düsseldorf. Según un artículo del que es coautor Arrondel, en algunos casos –para equipos que reciben una cierta cantidad de ingresos comerciales y de retransmisión– hay argumentos para incentivar la presencia de los aficionados más fervientes: no sólo permitirles la entrada gratis, sino incluso pagarles por asistir.
Tal como están las cosas, eso aún está lejos. El proyecto del Fortuna sigue en fase de prueba. El Paris FC “hará el balance” de su política al final de la temporada, según Herrault. Lo más probable es que esa revisión no incluya ni el más mínimo detalle de lo sucedido en el campo contra el Saint-Étienne. Sin embargo, la magnitud del público que presenció el partido, todos esos extras en la producción, puede tener ramificaciones más allá del Stade Charléty.
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