Debe apuntar al aumento de los suscriptores de su plataforma de streaming y recuperar la creatividad de sus contenidos
Cuando Bob Iger recuperó el timón de Disney, en noviembre de 2022, algunos anticiparon un final de cuento de hadas a los problemas del gigante del entretenimiento. En febrero del año pasado, cuando Iger anunció un recorte de gastos y otras medidas para mejorar las perspectivas de la empresa, el temido inversor activista Nelson Peltz puso en pausa la campaña de su fondo de inversión, Trian Partners, para ocupar cargos en el directorio y cambiar el rumbo de Disney.
Pero en octubre las acciones de la empresa seguían languideciendo, y Peltz volvió a la carga. Y otro inversor activista, Blackwells, lanzó su propia campaña. Ambos reclamaban sillas en el directorio, argumentando que el crecimiento de la empresa había sido pobre bajo la dirección de Iger, y que no había encontrado una estrategia viable para enfrentar el declive de la televisión “lineal”, es decir, al sistema tradicional de un espectador que ve un programa de televisión en el horario programado en su canal original, ya sea de aire o de cable.
El 3 de abril ambos candidatos activistas fueron rechazados por la asamblea general anual de accionistas de Disney, y por “un margen sustancial”, según señalaron desde la empresa. Iger obtuvo una victoria que seguramente espera que sea decisiva. Los inversores recuperaron la confianza en el CEO de Disney después de una teleconferencia de resultados en febrero, cuando Iger informó que en el último trimestre de 2023 las pérdidas del negocio de streaming, que incluye Disney+, habían disminuido drásticamente, y anunció con bombos y platillos una serie de iniciativas gancheras, como una asociación con la desarrolladora de videojuegos Epic Games para incorporar personajes de Disney a su popular franquicia “Fortnite”. El anuncio de que Disney aumentaría un 50% los dividendos y que recompraría acciones por 3000 millones de dólares también le cayó bien a todos: al día siguiente, el precio de las acciones de Disney se dispararon un 11%, y desde entonces sigue subiendo.
En la asamblea anual de accionistas Iger declaró que Disney “dio vuelta de página e ingresó en una nueva y positiva era”. Sin embargo, tanto triunfalismo es prematuro, porque a Iger todavía le queda mucho para hacer, sobre todo en tres aspectos. El primero es generar los márgenes operativos de “dos dígitos” en el negocio de streaming que les prometió a los inversores. Sin embargo, para escalar el negocio, Iger necesita muchos más suscriptores, y eso lo enfrenta a un dilema, porque para frenar las pérdidas de esa unidad de negocios, Iger aumentó el costo del servicio, lo que conspira contra un crecimiento del número de abonados. Entre el tercer y cuarto trimestre del año pasado, el número de suscriptores globales de Disney+ —sin contar la India— se redujo en 1,3 millones.
Para colmo, más de la mitad de los 7500 millones de dólares en costos que Iger se comprometió a recortar saldrán del presupuesto de contenidos de Disney, lo que difícilmente ayude a que el negocio crezca, y hasta podría dinamitar la segunda de las promesas de Iger: que Disney recupere su magia creativa. En su carta a los accionistas de 1966, la última antes de morir, Walt Disney declaró su desprecio por las secuelas. Iger, por el contrario, es un ávido admirador de las segundas y terceras partes. De las 15 próximas películas que mencionó en su presentación de febrero, todas menos una son secuelas, precuelas, derivaciones o remakes. Iger celebró esa mayor dependencia de las franquicias como algo “inteligente”. Los resultados de boletería, sin embargo, han sido decepcionantes. El año pasado y por primera vez desde 2015, Disney perdió el primer puesto en ventas mundiales de entradas de cine frente a su gran rival, Universal. El 31 de marzo se informó que la película de Indiana Jones del año pasado, una nueva versión de Disney protagonizada por un Harrison Ford de 80 años, había recaudado 134 millones de dólares menos que lo que costó producirla.
La tercera promesa que Iger aún debe cumplir es encontrar un sucesor más duradero que su último elegido, a quien terminó teniendo que suplantar. Lo más preocupante es que tres de los cuatro actuales directores del comité de planificación de la sucesión de Disney participaron de aquel fallido proceso. Conclusión: el contrato de Iger, que era de dos años, fue extendido hasta fines de 2026.
Y si Iger tropieza o se tambalea, los intrusos pueden volver a la carga. En sus declaraciones ante la asamblea general, Peltz señaló que, independientemente del resultado de la votación, seguiría “auscultando el desempeño de la empresa”. El veterano activista también parece ser fanático de las secuelas.
Traducción de Jaime Arrambide
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